Choquequirao (del quechua: Chuqui k´iraw, Cuna de Oro)
La particular historia de Choquequirao, Último Reducto Inca, está marcada por "Redescubrimientos" y posteriores olvidos.
El historiador Cosme Bueno, en 1768, fue el primero en anunciar su existencia. Los franceses Eugen de Santiges y Leónce Angrand, hicieron lo mismo en el siglo XIX. En 1911, Hiram Binghan -quien descubrió Machu Picchu ese mismo año- constató la importancia de las construcciones.
Descubierta solo en un 30%, se dice que son Restos Arqueológicos aproximadamente tres veces más grandes que Machu Picchu. Segundo complejo Arqueológico del Cusco.
Se sitúa en los alrededores de la montaña de Salkantay (3035 msnm) rodeado por los nevados de Yanama, Ampay, Choquetacarpu y de Pumasillo. Ubicado al lado derecho del río de Santa Teresa provincia de Apurimac.
Espectacular y distante, solitaria y olvidada, Choquequirao (3,085 m.s.n.m.) se erige en la cima de una montaña casi inexpugnable de la provincia de La Convención, departamento del Cusco, razón que la convirtió -por más de 40 años- en el último bastión de resistencia de los hijos del Sol, quienes buscaron refugio en sus muros de piedra, tras la derrota de Manco Inca, el inca rebelde.
Cuentan que Choquequirao fue una ciudadela construida rápidamente por Manco Inca con el fin de servir de Bastión Contra la Invasión de los Conquistadores del Nuevo Mundo, pero todo parece indicar que estos nunca pisaron el lugar.
Cuentan que Choquequirao fue una ciudadela construida rápidamente por Manco Inca con el fin de servir de Bastión Contra la Invasión de los Conquistadores del Nuevo Mundo, pero todo parece indicar que estos nunca pisaron el lugar.
Llegar a Choquequirao es una aventura exigente que se inicia con un viaje terrestre desde Cusco hacia el pueblo de Cachora (Apurímac), donde nace un zigzagueante camino de 30 kilómetros que termina en la histórica construcción.
La travesía hasta Choquequirao - desde Cachora, 60 kilómetros ida y vuelta- dura cuatro días de interminable andar, que puede ser intercalado con tramos montados a caballo o mula. En las largas horas de caminata o cabalgata, se descubren gigantescas montañas, precipicios aterradores, espléndidos nevados y la rugiente espectacularidad del cañón del río Apurímac, uno de los más profundos del mundo. Pero eso no es todo, la vegetación y la riqueza ecológica del lugar terminan por seducir al viajero. Vale la pena el esfuerzo. El cansancio cede ante la magnificencia de Choquequirao.
El valor arqueológico e histórico de Choquequirao, la "Cuna de Oro de los Incas", se complementa con la belleza de su entorno, que presenta características geográficas y de biodiversidad propias de la ceja de selva, lo que constituye un atractivo adicional para los visitantes, quienes pueden observar desde el majestuoso vuelo del cóndor hasta el pesado andar de un oso de anteojos.
Los impresionantes Muros de Piedra que la resguardan, los mantos de verdor desplegados en sus fabulosos andenes y ese ambiente cargado de energía, proveniente tal vez de lejanas ceremonias de invocación al Sol, son algunos de los peculiares matices de Choquequirao, el otro Machu Picchu.
Choquequirao está dividida en nueve zonas y sus construcciones de piedra se agrupan en pequeños barrios. Alrededor de su plaza principal se encuentra el mayor de sus templos y las viviendas de los gobernantes. Los investigadores sostienen que el complejo habría sido un importante centro religioso, político y económico, además de un nexo comercial y cultural entre la costa, la sierra y la selva. Pero la verdadera magnificencia de Choquequirao (del quechua chuqui k´iraw, cuna de oro), aún está por revelarse. Sólo el 30 por ciento de las 1,810 hectáreas del complejo, han sido "rescatadas" de las matas de vegetación que durante años -por no decir siglos- cubrieron esta auténtica joya incaica.
SE INICIA LA RUTA
Hay varias vías de acceso hasta Choquequirao. La nuestra comenzó en la ciudad del Cusco, donde tomamos colectivo en el paradero de Arcopata y luego de tres horas estábamos en Curahuasi, lugar que dicen es la cuna del anís (el olor de toda la ciudad no nos hizo dudar de esto). Una vez aquí fue necesario tomar otro colectivo hasta el ramal de Cachora. El tiempo de viaje fue de 30 minutos. En este desvío tomamos el colectivo que nos llevó hasta el pueblo de San Pedro de Cachora tras unos 30 minutos más de viaje.
A las 7 de la mañana del día siguiente empezamos el largo camino. Al principio todo parecía tranquilo, poco esforzado y realmente posible. Nos acompañaba la maravillosa vista del nevado Salcantay y el sonido intenso que hacen los insectos que aquí viven. Luego de 10 kilómetros y cinco horas aproximadamente llegamos a la primera parada: El mirador de Capulilloc. Este lugar se encuentra en la punta de un cerro, desde el cual recién se puede tener una idea de todo el camino que hay que recorrer para llegar hasta Choquequirao.
Luego de dos horas más llegamos a la siguiente parada, Chikiska, donde fue posible darse un reconfortante baño en una ducha artesanal de agua fría, comer y tomar algo, a pesar de los elevados precios.
Al cabo de una hora y media más de camino de bajada llegamos a Playa Rosalina, a los pies del río Apurímac. Justo antes de cruzar por el puente colgante existe una caseta del INC donde todos deben quedar inscritos en una especie de registro.
Lo que sigue es realmente intenso. El camino se teje sinuoso y empinado sobre la ladera del cerro y los mosquitos no tienen piedad. Luego de unas cuatro o cinco horas de caminata sin tregua llegamos a Santa Rosa Baja. Aquí también pudimos encontrar baños y una ducha de agua fría que nos dio una buena cura para eso a lo que los lugareños llaman “mujurki” (dolor muscular). A media hora está Santa Rosa Alta y unas tres horas más adelante nos espera Marampata, donde se puede acampar antes de llegar a las ruinas. El camino desde Marampata hasta Choquequirao dura cerca de hora y media y es realmente agotador, tomando en cuenta que hay tramos de subidas y bajadas.
Finalmente, llegamos a Choquequirao, exhaustos pero orgullosos de nuestra hazaña. Una soledad inmensa nos acompaña y solo escuchamos el sonido del viento haciendo mover el follaje. Al fin tenemos la gran ciudadela de piedra frente a nosotros.
MÁXIMO PROVECHO
Trazamos una salomónica ruta para abarcar lo más que se pudiera en las escasas cuatro horas que teníamos para visitar las ruinas, ya que llegamos a la una de la tarde y debíamos salir como máximo a las 4 para poder volver con luz hasta Marampata.
Empezamos el recorrido por la plaza principal, una enorme alfombra verde rodeada de varios edificios de piedra. A los pies de esta se encuentra una gran cadena de andenes y a la mano derecha encontramos una colina a cuyos pies se ubican lo que dicen que eran las habitaciones de los sacerdotes.
En la cima de la colina hay un enorme círculo plano que hacía las veces de lugar de sacrifico. Desde aquí la vista de todo el complejo es impresionante.
El sector Las Llamas se encuentra en la parte trasera y baja de la plaza principal. Este lugar es una cadena de andenes donde podemos apreciar formas de llamas hechas en piedra de cuarzo e incrustadas en las paredes.
Hacia la parte superior de la plaza principal encontramos la segunda plaza, con una serie de edificios a su alrededor y un sistema de acueductos.
A las 4:30 de la tarde salimos de Choquequirao con destino a Marampata. Una enorme satisfacción de haber logrado visitar estos maravillosos restos arqueológicos nos invade, pero también la idea de que quizá sea la única vez que estemos aquí, pues la travesía hasta este lugar es realmente extenuante y el regreso hasta Cusco es igual de agotador.
ALTOS EN LA RUTA
-Capulilloc: Es solo un mirador para tomar un breve descanso.
-Chikiska: Primera parada donde puede comprar algo de tomar o comer. Hay baños, ducha, lugar donde darle de beber a los caballos y camping. El costo de la noche por carpa es de S/.1.
-Playa Rosalina: Muy similar al anterior.
-Santa Rosa Baja: Primera parada después de cruzar el río Apurímac.
-Marampata: Penúltima parada antes de llegar a la ruinas. Preparan un reparador caldo de gallina.
-Campamento del INC: Lugar más cercano a las ruinas. El costo de la noche por carpa es de S/.18.
Por Viviana Salas, de "EL COMERCIO" - Perú
1 comentario:
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almodhena
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